martes, 3 de octubre de 2017

Pueblo de palabras y de piel amarga, dulce tu promesa...

"A un pueblo hay que ganarlo con respeto: un pueblo es algo más que una maleta perdida en la estación del tiempo, esperando sin dueño a que amanezca (...)" 


Yo quiero creer en la esperanza y en un futuro en el que mis hijos crezcan fuertes, sanos, repletos de ideas y de sueños. Quiero creer en un lugar donde existan miles de maneras para que puedan desarrollarse libres y plenos y que, en ese horizonte, mis hijas puedan hacer lo mismo.

Yo quiero llenar de tierra mis manos, de sudor mi frente y de energía mis pasos. Quiero sentir que estudié por algo, que mi vocación encuentra sendero, que el esfuerzo puede ser un verbo compartido y no un solitario ánimo.

Creo en mi y en mi capacidad para salir adelante. Y no quiero perder esa creencia, en nombre de una crisis que amordaza mis derechos y que me silencia si protesto.

Ese lugar en el que me reconozco y se reconocen mis sueños, es mi estado y mi frontera.  

Mi pueblo.

Yo quiero hablar, alto y fuerte. Poder mirar a los ojos a las sombras y al miedo. No tener que temer que, al hacerlo, me aparten del camino. Desterrar la impunidad y que no cueste tanto ser honesto o que no salga tan barato dejar de serlo. 

Yo quiero que las banderas puedan izarse porque están llenas de pueblo. No de intereses.  No de mapas articulados. No de números, ni de ecuaciones. No de letras creadas o tergiversaciones. No de corruptos que buscan una foto donde esconderse. No de bandos económicos. Ni de ruidos para arrebatar las nueces... 

Yo quiero una bandera de derechos... 

Yo quiero un pueblo al que mudarme...







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