miércoles, 17 de mayo de 2017

La Venus callada

Si cierras los ojos e intentas imaginar el pasado, quizás los estereotipos, las falsas imágenes y una determinada construcción social, te hagan ver un mundo que no existió...

 ¿Desentrañamos orígenes?

El corto alcance del registro arqueológico conservado apenas nos permite reconstruir sistemas de comportamiento ni delimitar de manera fehaciente los roles sociales, religiosos o culturales durante la Prehistoria.

Quizás te sorprenda conocer que son varias las voces de la antropología que hablan de la existencia, durante este período, de formas de organización matriarcales, es decir, de sociedades en las que preponderaba la autoridad femenina. Parte de esta consideración es fruto de la frecuente aparición en los yacimientos arqueológicos de las llamadas Venus Paleolíticas, que dan muestra de la importancia del culto a lo femenino o a la Gran Diosa Madre.

Pero lo cierto es que no existe evidencia científica sólida en este sentido.
Ni en ningún otro.

La evidencia histórica lo que nos muestra es que en todos los tiempos han existido sociedades con organización matrilineal (el sistema de parentesco determina parientes por la línea materna) junto a formas basadas en la patrilinealidad (parientes determinados por la línea paterna).

¿Cuál era el papel exacto de hombres y mujeres en el pasado? ¿Qué tipo de sueños, expectativas, mitos.. estaban presentes en sus días? ¿Existió realmente el matriarcado? y, en caso de existir ¿cómo dió paso al patriarcado?...

Las voces del pasado parecen querer hablarnos por medio de estas Venus, unas pequeñas estatuillas que parecen responder a representaciones de la mujer. Siento decir que son como tu, como yo: diferentes. Existen diferentes variedades: obesas y con los atributos femeninos exagerados (lo que se ha relacionado con símbolos de fertilidad y abundancia); carentes de rasgos faciales (???); desdibujadas (???)... Pese a la alta proporción de estatuillas femeninas encontradas, no existen indicios suficientes para determinar cuál era realmente su función.

Una de las Venus más antiguas y misteriosas del Paleolítico Superior, con una antigüedad estimada entre 24 y 26.000 años, es la Venus de la Capucha.


Descubierta en 1893, en la localidad francesa de Brassempouy (Francia), la figura está tallada en marfil de mamut, y mide apenas 3,65 cm de altura y 2,2 cm de ancho. 

A pesar de sólo conservarse su cabeza, destaca el minucioso detalle de sus rasgos, conformando el primer rostro humano que se conoce, lo que la distingue del resto de figurillas que, hasta entonces, se habían encontrado de este período y que representaban rostros ausentes o desdibujados.


El rostro tiene forma de triángulo invertido equilibrado, pero, aunque la nariz y las cejas están perfectamente representadas, no tiene boca. Se desconocen los motivos...

El cabello está representado de una manera muy peculiar: por medio de trazos en redecilla, que simulan una capucha, un tipo de peinado o, simplemente, la representación esquemática de la cabellera. En el lado derecho de la cara tiene una pequeña grieta.

Esta figura no es un objeto aislado, sino que fue hayado junto a varias pequeñas esculturas en la Grotte du Pape (Cueva del Papa), una cavidad de las varias que forman el yacimiento de Brassempouy, a 2 kilómetros de la localidad que le da nombre, en el sur de las Landas (Francia). 

Actualmente se encuentra expuesta en el museo de Saint-Germain-en-Laye, en París. 

Sigue callada.
y seguimos sin saber por qué...



martes, 2 de mayo de 2017

Juegos que no divierten


Si las palabras nos sirven para delimitar significados, los juegos nos permiten, frecuentemente, facilitar su compresión. Además de ser una herramienta de comunicación para niños y niñas, nos aportan entretenimiento, diversión, estimulan determinadas habilidades prácticas o psicológicas y nos ayudan a mejorar determinadas destrezas. Jugar nos ayuda a crecer y a desarrollarnos.

Pero también enseña, desde el ámbito social, a regirnos por determinadas normas y reglas ya impuestas... ¿Hablamos del Parchís?


El parchís es una variación del Pachisi, un juego eminentemente machista, originario de la India, en donde nació en el siglo XVI. El tablero actual, en forma de cruz, representa el jardín del emperador mogol Akbar el Grande (gobernador de la India desde 1556 hasta 1605). La meta del tablero simboliza el trono en el que el emperador se instalaba en el centro del patio. 

El tablero en el que se jugaba era el patio, con forma de rectángulo y dividido en cuatro partes simétricas, según la concepción (musulmana) del Edén. 

Las más bellas y exquisitas mujeres del país se disputaban el honor de actuar como piezas en esta diversión del emperador. Las doncellas competían así por su favor, siendo utilizadas como fichas, que se desplazaban de casilla en casilla entre los arbustos y la vegetación del jardín. 

Los dados que decidían la suerte de las participantes eran cauries, unas conchas de moluscos muy bellas y llamativas por sus colores. Se contaba un punto por cada concha si caía con el hueco hacia arriba. 

Veinticinco (Pacisi en hindi) era el máximo resultado posible que se podía obtener al lanzar las conchas y, de este número, proviene el nombre del juego: Parchís

En el palacio de Agra, aun se conserva uno de los jardines indios utilizados para este juego...

¿Cambiamos el sentido de la meta?
¿Te animas a personalizar tu parchís?
¿Y a cambiar el sentido de los juegos con los que crecen nuestros niños y nuestras niñas?